San José, ruega por nosotros

San José, ruega por nosotros

En este día de San José obrero en el que tradicionalmente hemos celebrado la fiesta de nuestra comunidad parroquial quiero dirigirme a todos vosotros en estos tiempos extraños y difíciles que atravesamos.

Un saludo especial a la clavaría de este año, que han estado trabajando y preparando la fiesta de este año, pero no ha sido de la manera que pensábamos, por eso también anuncio que se traslada la fiesta de este año y la clavaria de este año al que viene. Esperemos si Dios quiere, que el próximo año, podamos celebrar esta entrañable fiesta aquí en nuestro querido templo.

Hoy es un día de fiesta dentro del marco de la fiesta cristiana por excelencia que es la Pascua.

Pero no podemos celebrar esta fiesta sin recordar en primer lugar a tantos hermanos que atraviesan momentos de dificultad y de dolor ante la pérdida o la enfermedad de sus seres queridos, bien sea por el motivo de esta pandemia o bien sea por otras enfermedades o motivos pero que las medidas de distanciamiento que vivimos agravan notablemente el dolor y el sufrimiento.

No podemos olvidar tampoco a las familias y a tantos que pasan por momentos de angustia ante la incertidumbre económica en la que se encuentran y ante el temor de las dificultades económicas que se avecinan, a los que han perdido el empleo, a los que han visto mermados sus ingresos principales. En estas últimas semanas hemos visto crecer lamentablemente los que por primera vez necesitaban acudir a Cáritas.

Nuestra comunidad parroquial celebra hoy esta fiesta de San José, atenuada por estas difíciles situaciones que atravesamos. Y por eso quizás esta fiesta recoge esta necesidad de elevar nuestras súplicas al Señor a través de tan poderoso intercesor como San José.

Dicen que el Papa Francisco, ya incluso antes de ser Papa, tenía por costumbre escribir en un pequeño papel los problemas más difíciles y ponerlos debajo de una figurita de san José pidiéndole a san José que hiciera posible lo que a veces humanamente nos parece imposible. Por eso nosotros hoy también ponemos a los pies de San José nuestra oración confiada para que el interceda por nuestra comunidad parroquial y por todos los que atraviesan este valle de llanto.

San José es modelo de paciente y humilde espera confiada. Él supo acompañar a la virgen y a Jesús por momentos ciertamente delicados y difíciles en el exilio y en la vida sencilla y humilde como nos enseñan los evangelios, por eso le pedimos que interceda por todos nosotros y nos enseñe, a pesar de las dificultades, a caminar confiando en el Señor. La iconografía de san José nos lo presenta tradicionalmente con una vara florecida de almendro, la flor del almendro es la primicia y anticipo de la primavera florida y llena de frutos.

Inmersos en este desierto, del que ya tantas veces os he recordado, que atravesamos y que parece no querer acabarse, conviene recordar una promesa que el Señor hace en libro de Isaías, capítulo 35:

El desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso,
festejará con gozo y cantos de júbilo.
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Contemplarán la gloria del Señor,
la majestad de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles,
afianzad las rodillas vacilantes;
decid a los inquietos:
«Sed fuertes, no temáis.
¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite,
la retribución de Dios.
Viene en persona y os salvará».
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
los oídos de los sordos se abrirán;
entonces saltará el cojo como un ciervo
y cantará la lengua del mudo,
porque han brotado aguas en el desierto
y corrientes en la estepa.
El páramo se convertirá en estanque,
el suelo sediento en manantial.
En el lugar donde se echan los chacales
habrá hierbas, cañas y juncos.
Habrá un camino recto.
Lo llamarán «Vía sacra».
Los impuros no pasarán por él.
Él mismo abre el camino
para que no se extravíen los inexpertos.
No hay por allí leones,
ni se acercan las bestias feroces.
Los liberados caminan por ella
y por ella retornan los rescatados del Señor.
Llegarán a Sión con cantos de júbilo:
alegría sin límite en sus rostros.
Los dominan el gozo y la alegría.
Quedan atrás la pena y la aflicción.

Y un poquito más adelante en Isaías 41,17b-18 escuchamos la voz del Señor que nos anuncia:

Yo, el Señor, les responderé;
yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.
Haré brotar ríos en cumbres desoladas,
en medio de los valles, manantiales;
transformaré el desierto en marisma
y el yermo en fuentes de agua.

La alegría de esta fiesta de san José brota de nuestra esperanza en el Señor que no se olvida de nosotros y que también llora con el sufrimiento de los suyos, una esperanza que nos invita a esperar en la confianza, pero una espera que no es pasiva, que no huye ni intenta escapadas inútiles hacia ninguna parte, que no oculta el dolor y el sufrimiento y que responde dando lo mejor de si misma. Este es el motivo de nuestra fiesta hoy a san José, en medio del dolor vislumbramos la capacidad generosa de la entrega y del esfuerzo de superación.

Permitidme que una vez más recuerde que las puertas de nuestro templo han permanecido cerradas pero no las de nuestra comunidad parroquial, la de nuestra querida Iglesia de san José, aprovecho esta ocasión para agradecer a todos los agentes de pastoral que con generosidad y esfuerzo, y con una enorme dosis de creatividad han mantenido, renovado e incluso reforzado su actuación en estos tiempos. He sido testigo privilegiado de un auténtico florecer en el desierto, a pesar de prudentemente cerrar las puertas de la Iglesia, he visto a los jóvenes reforzando el economato de Cáritas, a los equipos de matrimonios reuniéndose, rezando y animándose unos a otros por medio de video-llamadas, participando en actividades por internet, han florecido grupos de oración por WhatsApp, por Facebook, educadores juniors compartiendo momentos de reflexión y oración, reinventándose en las redes sociales, animando a los chavales que sufren también este vivir encerrados en sus casas e invitándoles a permanecer unidos en la oración, familias que se unen para rezar, voluntarios que atienden por teléfono a nuestros mayores, y mucha oración que permanece en el silencio de tantos de vosotros ofreciéndola para superar esta situación, y otros tantos gestos y acciones que nos es imposible numerar aquí. ¿No es esto un verdadero florecer en el desierto? ¿No cumplimos así el mandato que nos da el Señor en Isaias: «Consolad, consolad a mi pueblo» (Is 40,1)? Por supuesto que podemos pensar que quizás hubiera sido posible hacer más u otro tipo de actividades, pero eso, no nos equivoquemos, también lo diremos en tiempos favorables, porque hemos de reconocer con humildad aquello de «somos siervos inútiles» (Lc 17,10).

En breve volveremos a abrir nuestro templo os pido, sobre todo a las personas mayores y a las que por diversas circunstancias tenéis mayor riesgo que mantengamos la prudencia y la paciencia, la Iglesia no es un templo de piedras muertas sino como nos recuerda la 1ª carta de Pedro, es un templo espiritual construido por las piedras vivas, acerquémonos al Señor:

piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. Por eso se dice en la Escritura: Mira, pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa; quien cree en ella no queda defraudado.

1P 2,6

Este es tiempo, ya lo hemos ido anunciando, para crecer, para mirar con confianza al futuro, y para poner nuestra esperanza en esta piedra viva, Jesucristo, que no defrauda.

En este día de san José, excepcional, quisiera animaros a continuar creciendo y sobre todo a continuar nuestro proceso de conversión parroquial, conversión a Cristo, trabajando por ser una comunidad, cómo nos pide también el sr. Arzobispo, evangelizada y evangelizadora.

Quiero anunciar con alegría, que ponemos en marcha hoy, aunque de manera provisional con una comisión gestora una escuela de evangelización, que pretende continuar y reforzar esta misión, este itinerario de conversión, poniendo los medios y los cauces para poder llevar esta tarea en los tiempos que vivimos. Es un proyecto que llevamos tiempo trabajando en él pero que esperamos poder iniciar una oferta formativa que sepa analizar la realidad social en la que nos encontramos y nos ayude a transmitir el Evangelio en nuestro tiempo y en nuestra sociedad cambiante como la que vivimos.

Continuemos pues trabajando con ilusión, renovándonos y esforzándonos por anunciar a Cristo, pidiendo y recordando a los hermanos que sufren y mirando y apostando por un futuro, sin miedo y confiando en quien solo merece nuestra confianza: el Señor, que san José interceda por nosotros.

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